Con El Fantasma Errante: Ardiendo ECC Ediciones recoge el testigo del primer tomo, comenzando con el número 7 de la edición original americana, y extendiéndose esta vez hasta el número 10 (cuatro números en lugar de los seis del primer tomo).
Aunque el primer tomo es una historia de origen y este segundo se puede leer más o menos sin haber tenido constancia del material anterior, el nuevo arco argumental se centra en la búsqueda por parte del Fantasma Errante de su familia desaparecida. Bueno, su familia no, la de Philip Stark, su alter ego.
Y es precisamente este, el del alter ego, uno de los puntos en torno al que gira toda la trama, ya que descubrimos que Philip Stark era en realidad una las misiones del Fantasma Errante, que incluía dejar que él matase a su familia. El Errante se niega en última instancia y hace que Stark se esfume, ocupando él su lugar y apropiándose de su familia, a la que con el tiempo llega a querer más que a su vida.
Pero por lo que comprobamos en estas páginas, Stark no llegó a desaparecer del todo, quedándose atrapado en una especie de limbo en el que se acabó por convertir en el villano conocido como el Devorador de Pecados, causante de la desaparición de la familia perdida, en parte para recuperarla y en parte para llevar a cabo su venganza.
Pero la lucha de nuestro protagonista contra este nuevo villano pasa por gran cantidad de estados, lugares y situaciones, todas ellas perfectamente enlazadas y con un importante peso en la historia en general. Así, el traidor que una vez fue Judas sufre una traición que le lleva al borde de la muerte al ser atravesado por la Lanza del Destino, y es ahí cuando conoce al Devorador de Pecados.
Traído a la vida de nuevo por la Liga de la Justicia Oscura y la Enfermera del Infierno, el Fantasma Errante prepara un viaje al infierno para recuperar a su familia. Allí, consigue su objetivo intercambiando su propio castigo y sufrimiento por el de su familia, que por ello es perdonada, pero obligada a sufrir el destino que se había preparado para ellos: la muerte.
Liberado por el demonio Etrigan, que resulta ser la voz de Dios (o el propio Dios, se sigue manteniendo la incógnita), se allana el camino para que el Fantasma Errante viaje ahora al Cielo, lugar en el que está su familia. A partir de aquí, ya no contaré más para no desvelar el desenlace, un desenlace que, por cierto, nos lleva directamente al evento La Guerra de la Trinidad.
Lo que sí que diré es que este tomo se antoja mucho, pero mucho más interesante que el primero gracias a estos viajes al Infierno y al Cielo. Y esto es así gracias a las formas que tienen los guionistas, Dan DiDio y J. M. DeMatteis, de retratar estos míticos lugares, no muy alejados de la concepción habitual, pero con miras de bastante amplio espectro. Es de resaltar también el uso de una gran cantidad de personajes secundarios en un espacio tan pequeño, y aún así todos y cada uno de ellos con su peso y su momento.
Y es que, como comenté en el análisis del primer tomo, a un servidor le atraen sobremanera los temas ocultistas, y de eso estas páginas van sobradas. A ello ayuda una trama bien hilvanada, original, sencilla y completa, sin muchos alardes pero entretenida y consistente.
Y los dibujos no se quedan atrás. El trabajo de artistas como Gene Ha, Philip Tan o Fernando Blanco de nuevo no es lo mejor que se ha visto en la industria, pero sí es un trabajo remarcable que aporta lo que debe aportar todo trabajo artístico a una obra de este calibre. Además, algo importante, y difícil por igual, es que no se nota diferencia entre la aportación de cada uno.
En definitiva, estos números siguen la línea marcada y establecida por los anteriores, y estamos ante una de las series más interesantes de la actualidad en los Nuevos 52, tanto por desarrollo como por trama e importancia en el escenario general. No en vano, el Fantasma Errante forma junto a Pandora y la Pregunta la Trinidad que dentro de poco será el centro de cierto evento.