50 episodios han hecho falta para que los chicos de Arrow se decidieran al fin a centrar un capítulo en el personaje de Felicity Smoak. Se nos hacía raro que a estas alturas la práctica totalidad del elenco de personajes de la serie tuviera ya su desarrollo en forma de tramas propias -con sus correspondientes flashbacks– salvo nuestra hacker favorita.
Esto ha sido subsanado con el 3×05, y el resultado final ha sido más que satisfactorio. El impacto de ser testigos del pasado de Felicity nos viene dado en gran parte por una pequeña artimaña: que el personaje no apareció -más que un instante- en el episodio anterior. Recordemos que se pasó por The Flash (en el 1×04) para “saludar” a Barry Allen. Esta estrategia, claramente intencionada, nos colocó en una posición de expectativa ante la vuelta de Felicity.
Y curiosamente, tanto su vuelta como los mismos flashbacks quedan eclipsados por (redoble de tambores): Donna Smoak. Oséase, la madre de Felicity.
Es complicado empatizar con un personaje de remesa nueva, de esos que recién aparecen y no atesoran muchos minutos en pantalla. Por ello, siempre es una grata sorpresa cuando un personaje de estas características está tan bien usado que uno no puede más que aplaudir y pedir que sus apariciones sean más continuadas. Sí, Donna os robará el corazón. Y no es una advertencia, es un hecho.
La caracterización de Donna no es nueva. Madre luchadora que sabe qué es criar a una hija mucho más inteligente que ella misma, y razón por la cual les impide a ambas tener una relación fluida. Como Homer y Lisa Simpson, por ejemplo. Sin embargo, Donna sabe desprenderse de su condición de “caricatura”, para al final tocarnos ese punto en el pecho que nos hace bum-bum.
Claro que todo en este 3×05 apunta en esa dirección. A Felicity, a su madre, a la misma idea de “familia”. La red de hackers a la que debe hacer frente el Team Arrow -con un logotipo al más puro estilo “Sauron”- se entremezcla con el pasado de Felicity para hacer de ello algo personal. Flojea el clímax, porque la revelación del malo en la sombra es una trampa en toda regla. No creo que sea yo el primero que adivinó la identidad del antagonista, porque predecible era un rato (al fin y al cabo, insisto en que todo apunta a Felicity). El problema fue afirmar que el ex de Felicity se ahorcó. Este detalle tan solo buscó el despiste fácil, y eso es algo que un buen guión debe tener prohibido. He aquí la gracia de los misterios, donde todas las piezas están sobre la mesa y aún así el final consigue coger por sorpresa al espectador. La serie de Sherlock es el máximo exponente de ello.
Este proceder, con la resolución de los enigmas, no se repite en el final. Sí, me refiero a la implicación de Roy Harper en el asesinato de Sara. El recurso es brillante, y cabe decir que totalmente inesperado. Ahora bien, conviene no dejarse llevar por las pruebas “más que evidentes”, porque tenemos ya experiencia de sobra con aquello que parece ser y no es. ¿Alguien ha plantado la semilla de esos sueños en Roy, tal como sucede en Origen? ¿O es Roy de verdad el asesino de Sara Lance? Y, de ser así, ¿qué ha ocurrido para que esto suceda?
No puedo cerrar esta reseña sin comentar algunas de las mayores joyas que nos ha brindado este capítulo:
- Felicity es morena en realidad… ¿qué será lo siguiente, Oliver gordo?
- La intro es probablemente el mejor arranque que he visto en Arrow. Oliver adiestrando a Roy, Malcolm a Thea, Laurel boxeando… y Felicity con sus abdominales. ¡Tremendo!
- Mención especial para el reloj inteligente de Ray Palmer. Magistralmente usado al final para deshacer todo el embrollo. Bien.
- Diggle comenta que Lyla está en una misión en Santa Prisca… ¿andará Bane en el ajo?
- Felicity tiene un póster de Robin Hood en el comedor… ¿pisará Oliver alguna vez dicho apartamento?
- Y reservamos lo mejor para el final. Donna presentándose ante Oliver… y babeando, exactamente igual cómo hacía Felicity en sus inicios. ¿Nadie más echa de menos cuando la rubia se ponía nerviosa al hablar con Ollie?