Aunque el mundo de los cómics de superhéroes se mueva generalmente por el camino de lo clásico, salvando alguna que otra distancia, hay momentos en los que surge un soplo de aire fresco en forma de narración diferente, dibujo original o personaje rompedor. Curiosamente, aunque suelen ser casos aislados considerados como movimientos de riesgo dentro de las editoriales, estos acaban siendo de gran éxito o de culto, lo cual da que pensar.
Esto viene a colación del caso que nos ocupa, la reseña del tomo de ECC Ediciones Harley Quinn Nº 1, uno tomo que recopila los números 0-8 de la nueva serie original USA, que por su frescura y su alejamiento de los cánones está triunfando en Estados Unidos.
El guión corre a cargo del matrimonio de guionistas formado por Jimmy Palmiotti y Amanda Conner, una pareja que ha sabido darle una pequeña vuelta de tuerca al personaje para brindarle al lector lo que busca, pero sin alejarse de su esencia. Eso sí, nada que no hayamos visto ya, porque aunque ahondamos más en la alocada pero entrañable personalidad de Quinn, vemos que sigue siendo la misma de siempre. Además, es inevitable pensar en cierto Mercenario Bocazas de la competencia, porque los paralelismos son más que evidentes, e incluso podemos ir más allá si nos referimos a esa dinámica, últimamente tan de moda, de insertar al protagnoista en una comunidad de vecinos y hacer a estos partícipes de sus aventuras.
De forma bastante intrascendente, pero muy amena y divertida, las páginas van pasando con el asentamiento de Harley Quinn en un edificio recientemente heredado. Eso sí, aunque supone un nuevo hogar y beneficios por los alquileres, también supone muchos gastos que la prota no puede afrontar. Nace pues de aquí una de las dos tramas subyacentes, que es la de la necesidad de obtener ingresos, ya sea de forma legal como psiquiatra, o de forma ilegal al más puro estilo Harley Quinn.
La otra trama gira en torno a una misteriosa figura que ha puesto precio a la cabeza de Quinn, por lo que durante todo el tomo veremos a la chica lidiar con infinidad de cazarrecompensas que buscan acabar con ella. Quinn intentará llegar al fondo de la cuestión con la ayuda de Hiedra Venenosa, un personaje que parece que veremos a menudo por la serie, y lo cierto es que la revelación final es, cuanto menos, curiosa.
Obviamente, durante el camino, iremos conociendo a personajes secundarios de nuevo cuño, la mayoría procedentes de la comunidad de vecinos del edificio, pero si hay que destacar a alguno es a un veterano ex-agente secreto que solicita la ayuda de Quinn para acabar con antiguos espías de la KGB que viven infiltrados en Estados Unidos. Grotesco, violento y divertido por igual.
El apartado gráfico va totalmente de la mano de la narrativa. Con dibujos principalmente de Chad Hardin (aunque también vemos trabajo de Stéphane Roux), no estamos ante un portento artístico, pero sí queda claro que el dibujante ha sabido captar la esencia de la serie, y aquí eso lo es todo. El 99% de las ocasiones que hay una broma, el dibujo acompaña potenciando su efecto, algo vital en el humor en los cómics.
Antes de terminar, merece la pena destacar ese número 0 incluido al comienzo del tomo, una presentación del personaje para la nueva serie en la que este se comunica directamente con los guionistas rompiendo la cuarta pared, y eligiendo el estilo de dibujo que quiere para sí mismo de entre todas las estrellas que aportan su granito de arena página tras página. Una fiesta para los ojos.
Y es que así es esta serie, y esa es su premisa. Diálogos agudos, graciosos, irónicos y sarcásticos, algunas veces con moralina y otras con el simple objetivo de buscar la broma fácil. Todo ello rodeado de acción desenfrenada, violencia por un tubo que va de la mano de la locura innata de Quinn, y diversión, mucha diversión. Es intrascendente, sí, pero a veces es lo que queremos, pasar el reato de forma agradable y entretenida, ¿no?