Con La Cosa del Pantano de Brian K. Vaughan Nº 4: Sin Raíces llegamos al final de esta pequeña colección donde hemos tenido a Tefé Holland como protagonista absoluta.
Si bien la serie ha tenido detalles interesantes, la valoración general no va a ser todo lo positiva que me gustaría, y eso es algo que ya podíais intuir si habéis leído las reseñas de los números anteriores. Eso sí, me atrevería a decir que, a pesar de lo prematuro del desenlace (posiblemente fruto del conocimiento de por parte de Vaughan sobre la inminente cancelación de la serie), este tomo quizás sea el mejor de los cuatro que se han publicado.
Fruto de esto que os comento, se cuentan más cosas de interés en estas páginas que en los tres tomos anteriores juntos, donde demasiadas páginas llevaban a ninguna parte. Aquí somos testigos de cómo Tefé encuentra finalmente el Árbol del Conocimiento, que como era de esperar, no tiene la respuesta absoluta de nada. También vemos por fin quién es la malvada villana que persigue a nuestra protagonista, cuya identidad resulta ser todo un giro de lo más interesante e inesperado, por muy repentino que a lo mejor pueda parecer. Lo mismo ocurre con el intrigante samurái planta, para el que también tenemos un abrupto final, pero para el que hay tiempo de narrar sus orígenes de una forma muy potente. Y así sucesivamente, porque el final llega para todos y cada uno de los personajes que se han ido involucrando poco a poco en la serie, sin que Vaughan deje ni un solo fleco suelto.
Al final, por una cosa o por otra, no ha habido término medio y la serie se ha movido demasiado lento al principio y demasiado rápido al final. Esto ha provocado que lo único salvable sea el desarrollo propio de los personajes, que se presentan como tramas más a corto plazo que la gran trama principal de hombre vs. planta, que además de despertar poco interés se queda como algo intrascendente.
Poco importan los interesantes dibujos de Giuseppe Camuncoli o la presencia estelar de la Cosa del Pantano para ayudar a cerrar ese hilo abierto de abandono paterno-filial. La serie, pese a sus destellos, confirma su mediocridad salvable solo por momentos, y tan solo puedo hacerla encajar en el perfil de los completistas.