Con el nuevo tomo de Flecha Verde Green Arrow: Reino publicado por ECC Ediciones, asistimos a un antes y un después en el seno de la serie regular. Con el tomo anterior el guionista Jeff Lemire y el dibujante Andrea Sorrentino dijeron adiós dejando tras de sí una etapa memorable, y pasando el testigo a Andrew Kreisberg y Ben Sokolowski en los guiones, y Daniel Sampere en los dibujos.
Para los que no los conozcan, y entre otras muchas cosas, Kreisberg es uno de los creadores del universo basado en DC Comics de la CW, que actualmente incluye las series de televisión Arrow, The Flash y Legends of Tomorrow. Sokolowski, por su parte, comenzó como guionista en la primera temporada de Arrow, y actualmente ya tiene el cargo de productor.
Teniendo esto en cuenta, lo primero que cabría esperar es una fusión entre el mundo televisivo y comiquero, y nada más lejos de la realidad. Así, de sopetón, debuta en los cómics Felicity Smoak y regresa John Diggle con aspectos similares y personalidades idénticas a sus contrapartidas televisivas. La primera lo hace de forma bastante dinámica y natural, como hacker contratada por el enemigo que posteriormente se pasa a las filas de los buenos. El caso del segundo es más peliagudo, porque vuelve por aquí como si llevase toda la vida, y su presencia es meramente testimonial. Seguro que su importancia irá creciendo y tendremos varias páginas dedicadas a flashbacks para conocer más sobre su pasado y su origen, que si bien ya se vio algo en números anteriores, la información es escasa.
Con esto, ahora la serie es más televisiva que nunca, y se presenta abiertamente como un campo de disfrute personal por parte de los guionistas que les da rienda suelta a la hora de hacer en los cómics lo que por alguna razón no pueden hacer en televisión. Sirvan de ejemplo las presencias de Lex Luthor y Bruce Wayne en este arco argumental. Un arco que, por cierto, nos presenta algo que ya hemos visto varias veces en la serie protagonizada por Stephen Amell, y que no es otra cosa que un villano (llámese Brick, Deathstroke, Ra’s al Ghul o Damien Darhk) que ataca al héroe en más aspectos que el puramente físico.
El descenso de calidad en los guiones es notable, al menos en lo que ha construcción enrevesada de la trama. Adiós a los misterios, a las conspiraciones y a las complicaciones que necesitan de varios números para ser resueltas (al menos de momento). Kreisberg propone otra metodología, otro estilo, y no es otro que el que le ha dado el éxito en televisión. Aquí tenemos acción, aventuras y sencillez volcados en el entretenimiento, algo que consigue con creces.
En la parte artística, Sampere se presenta como algo que también es completamente diferente a su predecesor. Sorrentino tenía un estilo más particular, mientras que Sampere es alguien que cumple sobradamente pero sin salirse de lo políticamente correcto, lo clásico y lo estándar. En los últimos tiempos nos hemos ido acostumbrando a unos dibujos un tanto diferentes para esta serie, y volver a lo “normalizado” es un tanto chocante. Todo es acostumbrarse.
En definitiva, la llegada del nuevo equipo creativo rompe con lo que teníamos hasta ahora, que todo sea dicho, estaba a un muy alto nivel. Kreisberg y Sampere lo tienen difícil, y siendo conscientes de ello, no pretenden ser continuistas, sino hacer las cosas como mejor saben, y eso tampoco está mal. Veremos cómo continúa.