[Reseña] Nuevo Escuadrón Suicida: Defectuoso

Nuevo Escuadrón Suicida: Defectuoso

El tomo de ECC Ediciones Nuevo Escuadrón Suicida: Defectuoso lo deja todo bien clarito para el que escribe: si DC Comics quiere atraer lectores aprovechando el futuro estreno de la película Escuadrón Suicida, va a tener que currárselo un poco más.

Este tomo incluye los números del 5 al 8 de la serie original USA, que no vienen a ser más que una continuación de lo que ya vimos en los primeros cuatro números, un calco con algunos personajes diferentes, pero con una misma puesta en escena, un mismo desarrollo y un mismo final. Eso es bueno cuando todo es bueno, pero el tomo anterior demostró ser un intento de establecer una base que a día de hoy sigue sin estar ahí. Bien es cierto que ese halo de caos encajó bien para comenzar, porque al final esa es la esencia de este grupo de villanos reconvertidos (u obligados a ejercer como tal), pero debe llegar un momento donde las aguas se calmen y comience una narrativa que realmente nos cuente algo. Sin embargo, eso no ocurre y el guionista Sean Ryan no supera la prueba de fuego. Al menos de momento.

Aunque la misión es diferente, el desarrollo de la misma es muy similar a lo que ya hemos visto. Mucha confianza, un comienzo fácil y esperanzador, y un punto de no retorno a partir del cual todo se tuerce hasta límites insospechados. Esto saca de sus casillas a Amanda Waller y llena de frustración al líder del grupo, Manta Negra, que una vez más debe sacar las castañas del fuego como puede. A esto se une el «impresionante» debut de Flash Reverso, el desapercibido Capitán Bumerán o el esfuerzo ligeramente fútil de destacar a Harley Quinn sobre todas las cosas. Vamos, todo un cuadro de «quieros y no puedo».

Fuera de lo que es el grupo de operaciones encubiertas, tenemos a un Sage que, al perder el poder de control ante Waller, decide desvincularse de un proyecto al que parece que finalmente se verá obligado a pertenecer. Obviamente, este descontento augura cosas malas para nuestros protagonistas, por si ya no tuvieran suficiente con lo que lidiar. Ryan también le dedica espacio a Deadshot, que tras ser herido de gravedad en la primera misión, lleva a cabo una recuperación que le impide volver a la acción, algo que él intenta acelerar y que, al verse fuera, le mina la confianza y la existencialidad.

Lo que sí que es un problema son los dibujos de Tom Derenick y Rob Hunter, muy normalitos donde los haya (por no decir mediocres). Esto, lamentablemente, baja el nivel de un tomo ya insulso de por sí (aunque entretenido para pasar el rato), que empuja a desear una mejora obligatoria para futuros números. Al menos, parece que Ryan ya ha plantado semillas de hilos argumentales a desarrollar en los capítulos venideros, algo que podría darle la consistencia necesaria a la serie. Esperemos que así sea.